sábado, 20 de agosto de 2016

Extraño...

Cuando era pequeña lo que más quería era poder crecer, así como tú o ella lo deseaban, así como él y aquella. Pero hoy cuando vivo todo esto que es mi vida, me doy cuenta de lo inocentes que son los niños, allí mientras juegan entre la tierra, cuando lloran al caer y duelen los raspones en los codos y rodillas.
Cuando era pequeña aun así vi el dolor reflejado en los ojos de muchas personas, de mi madre, de mis tías y demás personas que por la calle observaba, creía que tal vez se habían caído como yo, pero por más que busque las raspaduras en su cuerpo jamás las halle.
Y es que en ese entonces yo no sabía que las raspaduras y moretones ya no eran visibles a los ojos de los demás, aquellas marcas ya iban impregnadas en sus corazones, en sus entrañas. Fue horrible darme cuenta de eso, porque para saberlo tuve que vivirlo.
Entonces estas marcas y dolores duelen más que un golpe, que un regaño de mi mamá.
Duelen en el alma como las inyecciones cuando enfermaba, pero como si fueran mil en el mismo lugar, no en un brazo o un glúteo, sino en el corazón, en este que de a poquito va sufriendo entre mentiras, decepciones, desamores, muerte y engaños.
Nunca nadie te prepara para los dolores del alma, nadie te dice que habrá un día en que el corazón duela más que una muela picada, que tus ojos derramaran más lágrimas que cuando ibas con tu mamá al doctor por una vacuna.
Extraño esos días en los que mi única preocupación era la de acabar la tarea a tiempo para ver mi programa favorito.
Nadie te prepara para los dolores de la vida, del corazón y del alma.
Y es que yo sé que en la vida no todo se trata de dolor y sufrimientos, que habrá momentos en que daremos gracias por la oportunidad de vivir y ser feliz, si lo sé, en algún punto de mi vida yo también lo he gozado.
Pero sabes, hoy cuando escribo estas letras, estas palabras, estos párrafos sin sentido, no soy feliz, poco falta para que mis lágrimas caigan de mis ojos, poco falta para que la ira me conduzca a golpear las paredes, no te imaginas cuantas son las ganas de desgarrar mi carne, de dormir y no despertar.
Y no, no es una queja, no es que me haga la sufrida, es tan solo la necesidad de decirte que hoy cuando estoy sola necesito de ti, de él y de ella. De su calor en mi cuerpo, de esos abrazos que hoy extraño. De las risas, de las comidas, de las fiestas, los dulces y hasta los payasos aunque los odio.
Te extraño mucho, a ti que le diste sentido a los primeros años de mi vida.
La extraño a ella que me engendro y me dio la oportunidad de extrañarte a ti, a él y a ella.
Lo necesito a él, que hoy no está conmigo y no sé si vuelva a ver.
Extraño esos momentos de mi vida en los que las risas eran tantas que me dolía la panza.
Extraño con desespero esa fuerza que antes tenía y no me dejaba caer. Me extraño a mí, a esas ganas que tenia de no caer, de ya no llorar, de soportar todas y cada una de las cosas que hoy pasan en mi vida.
Y sé que tal vez no me entiendas, que tal vez rodaras los ojos cuando me leas, que quizá una risa sarcástica salga de tus labios. Pero no importa porque mi fin no es hacer que tu o ella, o el entiendan. No, tan solo quería sacar esto de mi pecho en la única forma que hoy puedo.

Escribiendo…

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